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La belleza radiante, luminosa, pura y abismal del Sol posee una espiritualidad intensa e inspiradora. Siempre que se oculta tras el horizonte, o cuando lanza sus primeros rayos al alba, surge un instante de silencio en todos los seres, que parecen recogerse en lo más íntimo de sí. Ese momento mágico es la hora crepuscular.
Meditar en el Sol nos pone en contacto con la dimensión sagrada de la vida que él simboliza. Nos pone en contacto con nuestro Sol interior profundo, la fuente de nuestra Luz, de nuestra Vida, de nuestro Amor: el Ser.
El Sol alumbra nuestras tinieblas. Nos otorga valor, comprensión, voluntad y paz. El Sol purifica nuestra mente, sana nuestro corazón, limpia nuestro aura, y nos baña con su energía crística. El Sol nutre y fortalece nuestras glándulas internas.
Por tantas cosas preciosas que el Sol aporta a quien medita en él, San Francisco de Asís escribió en su Canto a las criaturas:
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor.
De Ti, Altísimo, lleva significación.
Por todo ello, la meditación en el Sol es una de las prácticas más hermosas que podemos hacer, y que se ha practicado desde la Antigüedad. El Astro Rey ha sido objeto de contemplación y adoración desde siempre. Todas las grandes religiones lo veneraron, lo identificaron con el Dios dador de vida, de luz y de abundancia. En el Cristianismo, el Sol es el Padre y es el Cristo. Jesús dice:
“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de vida”.
En el Baghavad Gita, Krishna exclama a Arjuna embriagado por el éxtasis:
“El esplendor del Sol, que disipa la oscuridad de todo este mundo,
viene de mí”.
Los aztecas adoraban al Sol diciendo:
“Nuestra madre y nuestro padre: la Tierra y el Sol (intonan intota
tlaltecuhtli tonatiah)”
Mas si no sientes afinidad por toda esta mística inherente a la meditación en el Sol, sencillamente siéntate y contemplálo. Deja que su contemplación te hable. Contempla el disco solar con toda su luz y guarda silencio. Entenderás el porqué.
PRÁCTICA DE MEDITACIÓN EN EL SOL
Esta práctica sólo ha de hacerse a la hora crepuscular, al amanecer o al atardecer, porque de lo contrario dañaría la vista.
Siéntate mirando hacia el sol, con los ojos entreabiertos, quietos, fijos en el disco solar.
No pestañees, o al menos pestañea lo menos posible. Esta es la técnica conocida en yoga como trataka, que consiste en fijar la mirada en algo concentrándose intensamente sin cerrar los ojos. El trataka al principio puede resultar un poco molesto porque los ojos tienden a lagrimar, pero con el tiempo se va dominando la técnica y llega un momento en que se puede mantener algún tiempo la vista fija en algo sin pestañear con absoluta serenidad.
En ese estado de concentración, limpia tu mente de pensamientos, dudas o inquietudes. Vacía tu mente. Siente el instante, el “aquí y ahora” en ese estado que el Maestro Samael Aun Weor denominó “Recuerdo de sí”.
Mantente así el tiempo que te apetezca.
“Fui siempre un adorador del Sol y tanto al amanecer como al anochecer subía sobre la techumbre de mi morada (porque entonces no se usaban las azoteas) y sentado al estilo oriental como un yogui infantil, sobre las tejas de barro cocido, contemplaba al astro rey en estado de éxtasis, sumiéndome así en profunda meditación…” Samael Aun Weor.
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